El albariño es la variedad clave en la explosión de calidad de los vinos blancos de las Rias Baixas, una de las cinco denominaciones de origen de Galicia. Su nombre, «Alba-Riño», refiere justamente a que es “el vino blanco del Rín”. Sin tanto éxito hasta ahora, esta uva también se cultiva en Ribeiro y Ribeira Sacra, en la misma región. En Portugal lo conocen como Alvarinho o Cainho Branco, y se cultiva en la zona de Moncao y Melgaco, en el noroeste del país, donde se adaptó muy bien al clima relativamente frío y húmedo. Allí se usa para hacer vinos varietales, a menudo como componente del Vino Verde.
Sus intensas cualidades aromáticas son muy superiores, según los análisis, a las de cualquier otra variedad gallega de uva, y confieren al Albariño un encanto particular. A la vista es de color suave, y al olfato es posible recordar los suaves perfumes del helecho, las flores blancas y el heno fresco, en tanto su sabor evoca el durazno maduro o el albaricoque, a lo que se agrega una envolvente amplitud en los años buenos, que puede incluir lima, manzana y pomelo. Esta uva desprende en el vino una colección de olores sutiles y frágiles, de fruta fresca recién pelada, que suelen ir acompañados de una elevada acidez en años en que la lluvia es más abundante que lo habitual.
Un par de décadas atrás los viticultores y las bodegas gallegas no explotaban las virtudes de la cepa en forma adecuada. La sobreproducción y la guarda en viejos toneles de Castaño provocaban la temprana oxidación de los vinos. Por esa razón, no eran tenidos en cuenta por los conocedores españoles. A finales de la década de 1980 todo cambió a partir de la correcta explotación de los viñedos de Albariño, en los que se realizó una baja sustancial de los rendimientos. Además, la mejor tecnología aplicada a las bodegas permitió extraer todo el potencial de estas delicadas uvas. Hoy, los Albariños gallegos gozan de un bien ganado prestigio dentro y fuera de España.
Las novedades provienen de Maldonado
En Uruguay el clima puede ser un factor favorable para esta cepa porque no presenta grandes diferencias con el de Galicia. En Pueblo Garzón, departamento de Maldonado, el clima es generalmente templado. En época de vendimia, las noches frías en conjunto con las brisas oceánicas, favorecen la síntesis de polifenoles y compuestos aromáticos. El suelo franco arenoso y las pendientes pronunciadas permiten drenar el agua de lluvia rápidamente. Todos estos factores garantizan vinos elegantes con perfecto balance entre alcohol, acidez y fruta.
Allí, el Albariño de Uruguay, concretamente el nuestro, el de Bodega Garzón es de color paja pálida brillante y de aroma complejo, con notas florales de jazmín, albaricoque, pomelo rosado, pelón, papaya verde, té oscuro y mineral. En el paladar ofrece una entrada vibrante, fresca y larga, con notas de frutas del huerto maduras, acentos de jengibre y limoncillo, con una acidez bien integrada a su estructura amplia. Es un ejemplo del garbo y poder refrescante de este varietal.
Este Albariño ocupa de manera excelsa los maridajes con los platos a base de pescados, mariscos o moluscos que ofrecen los 600 kilómetros de costa uruguaya. Te invitamos a probarlo. Estamos seguros de que no te dejará indiferente.
¿Te gustó el post? ¡Síguenos ahora en las redes sociales (Facebook y Twitter) y no te pierdas la próxima publicación!